El arte te lo encuentras donde menos te lo esperas. No hace falta un teatro. Ni un cine. Tampoco un museo. Esta frase no necesitó biblioteca. Tampoco un libro. Ni tan siquiera papel. Me encontré estos dos versos por la calle, de pura casualidad. Seguro que pasé por delante muchas veces, pero las ignoré todas ellas. Esas letras medio borrosas parecen otra cosa. De lejos, en la pared oscurecida, se diría que forman una de esas colecciones de firmas de aerosol, de alias urbanos, de rayajos barriobajeros. Suciedad. Pero no lo son. Un día, no sé por qué, me fijé. Una luz invisible iluminó la pintura. Lo leí. Lo entendí. Y lo disfruté.

El espray se hizo arte.

Lo recuerdo perfectamente. Fue yendo a comprar el pan. Algo tan simple, tan cotidiano, quedó impregnado de belleza.

Desconozco quién compuso esos versos. Ni si fue una única persona, o diversas. Firma Acción Poética StQgat. No es mucho. ¿Quién eres? Me gustaría ponerte rostro. Saber quién nos regaló a todos esta pieza. De forma desinteresada. Renunciando a cobrar por ello. Sin la presencia no ya de un público que pague tus servicios, sino que al menos te dedique un aplauso. Admirable. Sepa el autor, o la autora, que tiene el mío. Desde luego.

A los profesionales hay que exigirles excelencia ejecutoria. Qué menos. Si deben vivir de ello, que se consagren en cuerpo y alma. Técnica depurada. Las cosas bien hechas. Pero lo bello está en lo humano. No en el dinero. Es la fuerza de la expresión, de lo que queremos comunicar. En los sentimientos que compartimos. No es necesario un teatro o un altavoz. A veces, incluso, el envoltorio desluce el regalo.

Todos tenemos en nuestro interior algo que decir. Algo hermoso. Digno de ser dicho. Y escuchado. Sólo hay que decirlo. En voz alta. Y estar listos para escuchar a los otros.

Sólo los besos nos taparán la boca. Y nuestros oídos, sólo escucharán sus versos.