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Con la mirilla en los Óscar

Hacer de feos. Dicen que esa es la receta para que un guapo se lleve el Óscar. Bradley Cooper lo ha intentado. Y además, ha hecho muy bien su trabajo de actor. ¿Lo logrará esta noche?

Por lo menos, está nominado.

Tiene muy duros competidores. Turing y su máquina también se lo merecen. Pero tras tres nominaciones consecutivas, parece que Bradley lo tiene a tiro.

Casi que se lo ha ganado. Aunque sea por constancia. Por trayectoria. Por disparar continuamente a un poste, al otro y al larguero. Pero sobre todo, por haberlo hecho muy bien. Su actuación en American Sniper -El Francotirador- es realmente buena. Convincente. Te llegas a creer que el tipo se lo cree. Lo de ser un héroe. Lo de jugarse el pellejo no se sabe muy bien para defender qué. En teoría, a sus compañeros. Pero de hecho, le da igual. Apuntar. Apretar el gatillo. Matar. Representa que a los malos. Al menos, a los que le han dicho que lo son. Qué mas da si realmente lo merecen. Lo importante es abrir fuego sobre algo que respire. Que sean otros los que piensen.

Sea como sea, nuestro Bradley lo hace muy bien. El chaval ha ganado como veinte kilos para esta cinta. Y no de músculo precisamente. Más de la mitad es grasa. Un sacrificio notable, vistos los estándares de Hollywood. Ya no es el tirillas enclenque y almibarado que salía en Alias. Ni el dicharachero de Resacón. Es verdad que ya en El Lado Bueno de las Cosas se graduó con nota. Y en Sin Límites se transforma de doctor Jekyll a Mr Hyde del siglo XXI, y convence. Para American Sniper, a Cooper también le toca vestir de camaleón. Pasar de cowboy fracasado a psicópata parece lo más natural del mundo.

Sin despeinarse.

Aunque la metamorfosis de asesino de niños a padre ejemplar y esposo amantísimo no termina de encajar. Cuela menos. Pero es aceptable.

Y Clint Eastwood desde luego ayuda. Vaya si lo hace. Si en su primera etapa como actor su legado pasa por el despiadado cañón de la Magnum 44 de Harry el Sucio, como director no hace sino películas para el recuerdo. Un maestro. En este caso, ha hecho la única película sobre las guerras post-11S que merece la pena. La que pasará a la memoria. Igual que Senderos de Gloria fue la película de la Gran Guerra, la Cruz de Hierro la de la Segunda Guerra Mundial o La Chaqueta Metálica la que hay que ver sobre Vietnam. Ha mostrado lo que es la guerra en realidad. Lo único que de ella puede decirse de manera inteligente.

Deshumanización.

Eastwood, al fin, dijo adiós al Sargento de Hierro. Aunque al final parezca que ceda un poco, y reconstruya apresuradamente al personaje para hacer de Chris Kyle lo que el público americano quiere. Otro héroe de  barras y estrellas. Quizás, en el fondo, también él lo quiera. Las últimas imágenes, las de las banderas en los créditos, sobran. Cuando menos en Europa. El epílogo, ese texto blanco sobre fondo negro, bastaba como esquela.

Y como de la prota es justo decir algo, pues diremos que ella también lo hace muy bien, oye. Sienna Miller está genial. En el bar. En el coche. En la barbacoa. En la cama del hospital y en la de su casa. Cuando ríe. Cuando grita. Hasta cuando llora. Merece ver la peli en versión original, aunque sólo sea por escuchar su lamento antes del último viaje de Chris a pegar tiros. Cuando le dice que está harta. Con traducción muy libre, que a ver si de una puñetera vez aprovechan el plan prever y cambian el Humvee blindado por un monovolumen familiar, con capota solar en lugar de ametralladoras en el techo. Vale, no le dice eso. Ni de lejos. Al menos en inglés. Y hay más dramatismo. Pero podría servir para el caso. Los que la hayáis visto doblada, ya me diréis si he acertado… supongo que no. Por lo menos, yo también lo he intentado.

En resumen: que la película me ha gustado. Debajo os dejo el tráiler oficial. Lo de los Óscar… en un rato sabremos.

 

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